Cualquiera sea su razón, no funcionó.

Con algunos votantes aún emitiendo votos, los resultados preliminares indican que el Partido Liberal obtuvo 156 escaños, uno menos que en 2019, mientras que su principal rival, el Partido Conservador, obtuvo 123 escaños, una ganancia de dos.

El resultado dejó al Sr. Trudeau en una situación familiar.

Para aprobar cualquier ley, una vez más tendrá que convencer a los miembros de la oposición para que se pongan de su lado. Y, al menos en teoría, el inestable control del poder de su partido deja a su gobierno vulnerable a ser derrocado por el Parlamento.

Al convocar las elecciones, Trudeau argumentó que, al igual que sus predecesores después de la Segunda Guerra Mundial, necesitaba un fuerte mandato de los votantes para derrotar al coronavirus y reconstruir la economía nacional, gravemente dañada por la pandemia.

Pero el anuncio no fue bien recibido por muchos canadienses.

La alarma de que el gobierno estaba celebrando elecciones cuando no tenía que hacerlo, incluso cuando la variante Delta estaba ejerciendo presión sobre los hospitales en algunas áreas, nunca disminuyó para muchos votantes durante la campaña de 36 días. Y los oponentes de Trudeau se apresuraron a caracterizar su movimiento como una toma de control imprudente. Erin O’Toole, el líder conservador, incluso lo llamó “no canadiense”.

Al final, Trudeau no solo no logró asegurar una mayoría en el Parlamento, según las proyecciones, sino que también pudo haber desperdiciado la buena voluntad que obtuvo mientras lideraba a su nación a través de la crisis del coronavirus.