Se dice que el ruidoso zumbido de los drones fabricados en Irán que Rusia ha estado utilizando para destrozar las instalaciones de energía y agua en Ucrania les ha valido el apodo de “cortadoras de césped voladoras de la muerte”. Ruidoso, pero efectivo. El uso por parte de Rusia de estas bombas voladoras kamikaze contra la infraestructura es reciente, pero ambas partes han estado utilizando vehículos de ataque y espionaje no tripulados (Ucrania con un efecto mucho mayor) desde la invasión de las fuerzas de Moscú en febrero. El despliegue a gran escala hace que esta no sea la primera, sino la “guerra de drones” más grande y visible que el mundo haya visto jamás.

Eso ha llamado la atención sobre una evolución en la guerra en curso durante algunos años. Estados Unidos ha utilizado drones en Irak y Afganistán en operaciones de vigilancia y contraterrorismo. Han aparecido en conflictos en Libia, Siria y Etiopía; Azerbaiyán los usó de manera decisiva contra las fuerzas armenias en Nagorno-Karabaj en 2020.

Su proliferación también está cambiando la dinámica de la industria de defensa. Durante mucho tiempo, los avances militares tendieron a surgir dentro de los complejos militar-industriales de las principales potencias. En cambio, algunos de los drones actuales provienen de empresas privadas y de países, como Irán y Turquía, que históricamente no son grandes exportadores de armas. Los drones militares también se pueden improvisar a partir de productos comerciales. Un dron marítimo que apareció en Crimea en septiembre, similar a los que luego se usaron para atacar a la flota rusa del Mar Negro en Sebastopol, parecía estar equipado con un motor de moto acuática canadiense y un detonador de la era soviética. Una teoría no probada detrás de los recientes y misteriosos robos de docenas de cámaras de velocidad en las autopistas en Suecia es que terminaron en drones rusos caseros en Ucrania.

Los flujos de esas armas son difíciles de rastrear. También son una forma comparativamente barata de adquirir habilidades de reconocimiento y combate aéreo no solo para los países más pobres sino también para actores no estatales como milicias o grupos insurgentes, terroristas y crimen organizado. Las defensas aéreas para derribarlos son relativamente costosas, y la capacidad de desplegar “enjambres” de drones significa que pueden evadir dichos sistemas al crear más objetivos de los que se pueden rastrear e interceptar a la vez.

Los ejércitos avanzados están comenzando a ver cómo se erosiona la ventaja tecnológica que sus capacidades superiores de vigilancia les han dado durante mucho tiempo. También necesitan repensar cómo equipan a sus fuerzas. El asalto de Rusia a Ucrania ha demostrado que la era de las batallas masivas de tanques no ha pasado. Pero los ejércitos deben ser capaces de luchar en muchos tipos diferentes de guerra y proporcionar defensas aéreas más extensas y descentralizadas para sus tropas. “Si la invasión de Irak en 2003 ocurriera hoy”, dice Sam Cranny-Evans, del grupo de expertos Royal United Services Institute, “las fuerzas armadas británicas tendrían dificultades para resistir los ataques de aviones no tripulados que probablemente enfrentarían”.

Un Rubicón que no se ha cruzado hasta ahora en Ucrania es el uso de drones de forma autónoma, lo que les permite identificar y destruir objetivos sin control humano. No son la principal causa de muerte; la artillería y los tanques son. Pero la tecnología de drones ya está comenzando a casarse con la inteligencia artificial, abriendo un futuro de pesadilla de ejércitos de “robots asesinos”. Un organismo de la ONU ha elaborado directrices y ha trabajado en un posible embargo de este tipo de armas.

Parece poco probable que China, EE. UU. y otros acepten una prohibición, por temor a que sus adversarios sigan adelante con tales tecnologías a pesar de todo. La mejor esperanza puede ser que existan convenciones que limiten cómo se pueden usar, de la misma manera que las minas terrestres antipersonal están oficialmente prohibidas pero las minas antitanque no. Lamentablemente, los crímenes de guerra de Rusia en Ucrania son solo la última demostración de que las convenciones en la guerra a menudo se rompen más de lo que se observa.

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