“Absolvieron Darthes”, WhatsApp un amigo colega en un grupo que compartimos con otros compañeros. Y el mutismo es total. Lo primero que pienso antes de buscar la sentencia, antes de tratar de entender la tontería que absuelve al acusado aún reconociendo la abuso sexual cuando era adolescente, está en los correos electrónicos que se acumulan en mi bandeja de entrada.
“Buenas noches, solicitamos su ayuda para visibilizar el caso de una familia afectada por el abuso sexual de un menor, ya que la Justicia va muy lenta”; “Hola Mariana, soy parte del grupo de trabajo Escucha a Milagros, una niña maltratada por su padre. ¿Te interesa echarnos una mano para dar a conocer esta causa?”; “Buenos días, me comunico con ustedes porque hay una madre que vino de Río Negro y fue encadenado en la corte para que los medios lo vieran. Su hija fue abusada por su padre pero nadie la escucha»…
Cada semana, mujeres y familias desesperadas se acercan y suplican una escucha atenta, empática, que alguien deje espacio a la innumerable historia. Es que el abuso sexual en la infancia es una de las peores formas de violencia, pero a la vez una de las más extendidas. De acuerdo a UNICEF, una de cada 10 niñas y adolescentes sufre violencia sexual En nuestro país.

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Pero hoy recuerdo mi buzón lleno de gritos desesperados de visibilidad y pienso, ¿por qué? Al final, ¿qué sentido tiene exponer estas historias de dolor bajo la lupa social y mediática? ¿Qué esperanza de paz pueden tener quienes han sido o están siendo violados si leen que un hombre de 45 años besó a una niña de 16 años, le practicó sexo oral y le metió los dedos en la vagina? absuelto porque la víctima “tardó mucho en darse cuenta de que la había penetrado con su miembro”?
Para colmo, ojalá la sentencia que acaba de desestimar la denuncia de Thelma Fardín fue una excepción y no un modus operandi judicial. Mientras escribo esta columna, se están actualizando otros desvaríos. Como cuando la Segunda Sala Penal de Neuquén planteó no poder probar si un ex policía 73 años había violado a su vecina de 12 años, a pesar de que la niña había quedado embarazada y la prueba de ADN confirmó que el bebé era hijo del imputado. En el fallo, los jueces señalaron: “Lo que está en disputa es el grado de ese contacto sexual, si ha habido penetración”. Así consiguieron sustituir los 11 años de prisión que pedía la fiscalía por cuatro.
o el conocidoSentencia Tiraboschi” que permitió la Sala Penal y Correccional Nacional Marca la diferencia entre penetrar u obligar a una niña de ocho años a realizar una felación. “Estamos ante un imputado sin antecedentes, que confesó íntegramente el hecho y muestra arrepentimiento. Es un joven y padre de familia, que sufrirá graves consecuencias a nivel familiar y laboral, así como social. En el caso que nos ocupa, no causó daño físico a la menor, utilizando únicamente el engaño y la seducción para llegar a su repudiable conducta (…) el único hecho imputable fue realizado en la oscuridad, lo que reduce aún más el contenido traumático de la experiencia desfavorable para el menor”, sermonearon entonces las camareras. La “violación”, entonces, dejó de ser tal para enmarcarse dentro de la figura del “abuso al pudor”, delito por el que se asignó una pena menor. El pedófilo nunca fue arrestado.

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Más de 30 años después, leemos las mismas barbaridades.
Lo que surge también con este nuevo atropello contra thelma (que funciona como una peligrosa hoja de ruta a seguir) es la imagen que el poder judicial construye y eleva a las víctimas de violencia sexual. Una víctima capaz de relatar el abuso de una sola vez, de manera concatenada, que llora pero no tanto, que presenta testigos, que aporta detalles y pruebas fehacientes. El imaginario inventado de una “víctima ideal” que no existe, porque el horror se cuenta como se puede. Se dice, se suma y sigue diciendo y sumando, mientras se siente segura y apoyada. La mayoría de las veces, además, ese decir y añadir depende del enfoque que proponga la justicia, de una escucha entrenada y activa que precisamente no abunda.
Datos de la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra la Mujer (UFEM) señalar que en Argentina Solo el 15,5% de las denuncias por delitos contra la integridad sexual obtienen sentencia condenatoria. El patrón se repite en diferentes países de la región. En Chile y Ecuador menos del 4% de las denuncias son condenadas, y en Guatemala y Brasil la tasa de condena por violación es 1%.
“Que este no es un mensaje para callarnos”, pidió enfáticamente Thelma Fardin en conferencia de prensa desde las oficinas de Amnistía Internacional. Rebelémonos contra el silencio. Para Thelma, para los mails gritando, para los que todavía no se animan… algún día, será la Justicia.
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Esta nota es parte de la red de Wepolis y fué publicada por Julian Menendez el 2023-05-14 03:26:50 en:
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