San Pablo luce diferente a otras elecciones. Es increíble cuántas personas dormir en las calles. Hay colchones precarios en las aceras, incluso en los sectores más acomodados. Y este domingo se ha votado con ese escenario que empeora cuanto más pobre es el barrio.

Menos de diez metros de un lugar donde el candidato Lula da Silva dio una rueda de prensa en la Rua Fidalga, en una zona de clase media con mucha oferta gastronómica, en una choza como un hueco entre los edificios, hay dos jóvenes durmiendo.

Uno está en una carpa tipo iglú donde apenas asoma la cabeza. La otra mitad se despierta, con un gesto. perdido en un colchón de gomaespuma cubierta de colores grises con manchas y desgarrada, tratando de mirar hacia la acera por donde caminaba este enviado.

Cerca del distrito de Higienópolis, el día de la votación, un joven menor de 30 años, con buena ropa, apariencia de clase media, cabello bien cortado, intenta levantarse sin éxito.

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Está sobre una manta junto a un árbol donde ha conseguido sentarse de lado. Algo anda mal con su equilibrio. Levanta una pierna mientras la otra permanece acostada, busca la ayuda de un brazo pero No tiene donde apoyarlo. Se las arregla para levantar la cabeza en el esfuerzo, con un solo ojo abierto y la boca apretada, como si buscara ayuda.

Lo intenta varias veces, estirando la columna, moviendo el otro brazo, pero se da por vencido, se deja caer y se acurruca con las piernas sobre el pecho, se desploma sobre las mantas. Está drogado y el sol golpea su cuerpo sudoroso.

Carpas desde el aeropuerto

En São Paulo, desde el aeropuerto, como lanzadas desde lo alto, tiendas de campaña de colores desteñidos están esparcidas desordenadamente en los angostos espacios debajo de las carreteras, en un extremo de una plaza, en las aceras por donde pasa poca gente.

Allí vive gente que lo ha perdido todo o nunca ha tenido nada. Muchas familias con niños pequeños y ancianos que mueven sus bocas desdentadas masticando el aire. No es sólo un fenómeno paulista. Se ve en otras grandes ciudades del país. son parte de un universo de indigentes que no ha dejado de crecer.

Esas presencias que no votan son, sin embargo, extremadamente simbólicas en el día de estas elecciones definitorias de la boleta brasileña. Hay una realidad demasiado presente allí más allá de los discursos y promesas políticas.

La gente en general pasa al lado de estos desgraciados sin mirarlos, acostumbrados a esta distopía que hace unos años no existía en uno de los países más poderosos del mundo y sin duda el de mayor predicamento económico de la región.

Este domingo ha sido un día soleado en San Pablo. En los balcones de los edificios, solo algunas banderas brasileñas indicaban que el vecino votará por el presidente Jair Bolsonaro. Estos anuncios compiten con las banderas más identificativas de Lula da Silva, colgadas en escaparates, con el rostro del expresidente y la estrella de cinco puntas de tu fiesta sobre un fondo rojo.

Esos pretenciosos diseños revolucionarios del pasado aún se venden en algunos puestos callejeros porque no hay nuevos objetivos que sustituyó al vermelho, con otros gestos del expresidente y frases sobre la paz presidiendo la campaña.

En las escuelas donde se encuentran las máquinas electrónicas que se usan en Brasil para votar, hay colas con gente con sus camisetas amarillas de Bolsonaro, o las todavía rojas del lulismo. lo sé tolerar perfectamente y algunos incluso caminan juntos. En Brasil se ve que hay polarización pero ni una grieta, una profunda diferencia para el análisis de los sociólogos.

“Aquí no se vota mucho”, le dice a este enviado un chileno casado con una argentina que vive en Santa Catarina, en el sur del país, en las playas alejadas de Florianópolis, donde se han asentado muchas familias que salieron de nuestro país. . país. “Es que las urnas quedan lejos y la gente con el calor que hace se pega a las playas”, explicar con simpatía.

En las grandes ciudades es diferente. “No quiero dejar de votar, es necesario”, le dice a un colega de AP, el psicólogo Marcelo Silveria Curi, de 35 años, quien votó por Lula en una escuela de São Paulo. “Espero que podamos cambiar lo que hay ahí, hubo mucho retroceso, económico y social”, concluye.
SAN PABLO. LA ENTREGA ESPECIAL

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